Fes tiene el aspecto de una ciudad hermana de Granada. Uno sabe, sin duda, cuándo se encuentra en un lugar que podría ser su casa. Es la sensación de sentir que la atmósfera, las caras de la gente, la arquitectura, los aromas, el cielo, la calzada... todo parece formar parte de uno. La ciudad nos abraza como lo hace una madre o una abuela. Al internarse en las calles de la medina de Fes, cualquier granadino, a mí al menos me sucedió así, se ve envuelto por la familiaridad de los colores y la estrechez de las calles, por donde no circulan los vehículos de motor, solo burros y mulas, que inevitablemente me recuerdan a mi Salobreña de la infancia, que ya no es la misma. Fue tan fuerte la familiaridad que creí vivir en el recuerdo de una Andalucía de hace muchas décadas, puede que siglos, aun sabiendo que yo no había vivido en esa época. De aquella ciudad salí lleno de vida, como sus sabrosos zumos de frutas, de naranja por nombrar alguno, o como la vistosidad de las ropas, de lo...
Las primeras palabras se plasmaron sobre piedra, quizás, estas de ahora las plasmo sobre las pantallas líquidas de vuestros ordenadores y teléfonos. Bienvenidos/as al espacio donde mis palabras tienen lugar.