Microcuento 2: Cita ineludible
De la rutina de su oficina, lo sacó el reflejo de sus arrugas en aquel espejo nuevo que había colocado en su escritorio la nueva secretaria.
Mateo se palpó la cara y miró el reloj; llegaba tarde a su cita.
No acostumbraba abandonar su puesto de trabajo nunca. De hecho, siempre había cumplido con su horario con rigidez y ahora de repente debía romper la tradición. Sentía una necesidad imperiosa de romper la rutina. Salió corriendo. Al pasar por la puerta de salida, miró a la secretaria que se despedía con una sonrisa etrusca y observó el colgante de guadaña que le colgaba del cuello.
Acababa de cruzar el umbral de la puerta principal, cuando, al poner un pie en la calzada, el ruido de un frenazo y el golpe del metal lo llevaron al lugar de la cita.
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