Oscuridad. Me despierto todos los días y todas las noches a la misma hora. Y solo hay oscuridad. El recuerdo del sol, de la luna y de las estrellas se va difuminando en cada despertar. La memoria se derrite y con ella mueren los árboles que vi y su concepto; las hojas que los coronan y sus ramas; el sapo, el pájaro, el caballo, la gallina, el cerdo, la zorra; los animales son ya en mi cabeza una masa enorme y deforme, con los colores mezclados y aromas y sonidos incomprensibles; el cielo. ¿Qué es el cielo? Ya no es casi nada. Solo veo oscuridad. Esa profunda falta de luz me abraza y constriñe con voracidad. Lo peor de todo no es ese olvido. El verdadero horror se halla en el hecho de que ya no sé cómo son mis ojos ni mis orejas, ni mi barbilla ni mis manos o piernas, casi no recuerdo mi voz o algún rasgo de mi cuerpo característico. ¡Ah, espera! Me ha venido a la cabeza una idea, un recuerdo tal vez o una invención; pero algo es algo. Recuerdo de repente lo ...
Las primeras palabras se plasmaron sobre piedra, quizás, estas de ahora las plasmo sobre las pantallas líquidas de vuestros ordenadores y teléfonos. Bienvenidos/as al espacio donde mis palabras tienen lugar.