Hace un tiempo que estoy paralizado; tanto que vivo en el limbo, en un puente de cuerda cuya estabilidad depende de cómo me mueva y de dónde vengan los vientos. Y en esa parálisis, tan solo hay un órgano que funcione: los ojos. Entonces miro con angustia el precipicio, las enormes paredes del desfiladero y en las profundidades vislumbro un río salvaje y feroz, que me produce vértigo. ¿Dónde demonios estoy? De repente, aparece ante mí un libro que se abre. Comienzo a leerlo y, cada vez que mis ojos se posan sobre la última letra de la página, automáticamente la página se pasa y puedo seguir leyendo. Así transcurren las horas. Sin darme cuenta, me han brotado dos alas de papel, frágiles pero elegantes. Han ido creciendo conforme iba devorando los libros que se me aparecían. Por ello ahora son extensas, aunque siguen siendo frágiles. Paralizado y en el limbo continúo. Quizás un poco loco, sin saber quién soy ni qué hago aquí, parado, bloquead...
Las primeras palabras se plasmaron sobre piedra, quizás, estas de ahora las plasmo sobre las pantallas líquidas de vuestros ordenadores y teléfonos. Bienvenidos/as al espacio donde mis palabras tienen lugar.