Es fácil, a veces, sentirse como Ulises al llegar a Ítaca. Es fácil, pero también extraña esa sensación de llegar a la isla que en tantas ocasiones había sido imaginada más allá de las tempestades, de las aventuras, de los obstáculos y de los embrujos que el inmenso mar siembra en el periplo de la vida. Es todo tan calmado que me da miedo. Después de tanto verme ya con Ítaca en el horizonte, incluso con la sensación de tener la arena de sus bellas playas entre los dedos de los pies... ¿En qué momento se llega al destino? En mi caso no lo sé. He remado tanto y he cargado en cada puerto las maletas con más y más libros, que no soy capaz de ver de dónde conseguí las fuerzas para lograrlo... Y aquí estoy ahora, en la cama de este pequeño barco, que es mi vida, oteando el luminoso horizonte de Ítaca, percibiendo el aroma tranquilo de sus flores y a la espera de un último aliento en forma de 'apto' del último inspector que guarda en sus decisiones todo mi futuro y mi presente.
Y siempre seré como Ulises, desde que tú me diste su papel. Siempre seré el navegante que no deja de cargar el barco y que, aunque llegue pronto a Ítaca, espero, no olvidará el viaje, pues, como dijo Cavafis, muchas son las Ítacas de este viaje llamado vida. Ojalá no me pierda ninguna.
Y siempre seré como Ulises, desde que tú me diste su papel. Siempre seré el navegante que no deja de cargar el barco y que, aunque llegue pronto a Ítaca, espero, no olvidará el viaje, pues, como dijo Cavafis, muchas son las Ítacas de este viaje llamado vida. Ojalá no me pierda ninguna.
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