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Hija de Thor o la locura

"Qué rugoso es el tronco de esta palmera. En realidad de todas. Rugosas y blandas. Flexibles tanto que soportan bien el viento y sus fuertes rachas aquí. Así deberíamos ser en la vida: flexibles." Eso piensa ella, al mismo tiempo que fuma un cigarrillo con nombre que suena a español, Fortuna. "Hasta en esto es curiosa la vida. Fumarse la fortuna que en estos momentos no me acompaña. Aspirar el humo en estos duros momentos que me acaba de designar la vida."

Hoy sopla el viento, como suele ser habitual en estas tierras a la entrada del otoño. El mar se ha enfriado de un día para otro. De repente el color azul claro se ha vestido de una oscuridad que anuncia la frialdad. Esa frialdad que parece mostrar la reina de las nieves nórdicas mientras fuma y mira el tronco de una palmera. A su alrededor todo es normal. Hay parejas tomando el sol. A su lado una mujer joven baña en protector solar a su bebé de pocos meses de edad. Ese bebé que es pura vida, flexible y delicado, con una piel blanca como la leche y una mirada que no cesa de proyectar en todas direcciones. Incluso parece que la mira a ella, que lo ha observado dos segundos entre calada y calada. Observar es un verbo que indica una acción voluntaria y atenta. "Quizás no sería el verbo adecuado", piensa ella, "tal vez sea mejor decir que he acariciado con los ojos la ternura de esa criaturita, solo un vistazo fugaz; pero yo no estoy aquí ahora. Estoy ida, en otra parte, en el sofá de mi casa, con los pies en el cálido parqué. Los niños corretean por la casa y yo me cabreo siempre con ellos. Me enfadaba. Ahora me gustaría poder enfadarme con ellos de nuevo. No por el hecho de regañarles. No. Por el tiempo que hace de eso. Por lo que eso significaría. Tenerte aquí." 

Sus pensamientos no se detienen y se balancean entre el presente que mira sin mirar las hendiduras del tronco de esa palmera y las imágenes superpuestas del pasado lejano y cercano. No mueve los labios, solo cuando expulsa el humo y cuando sorbe el café cuya taza reposa azarosamente sobre la hamaca de la piscina. Ayer mismo daba otro uso a ese mismo asiento. Hoy ya no. 

Hoy no. 

"Recuerda dónde estás. No olvides que estás fuera. En casa, estar fuera significa pasar frío, tener cuidado para no resbalar con las placas de hielo. Es extraño todo. Aquí estás apenas vestida. La ropa es muy ligera y puedes llevar la corta melena suelta, sin necesidad de ponerte un gorro protector. Es raro el mundo. Ayer mi único calor necesario venía de ti. Solo ese calor necesitaba. El calor que desprenden tus abrazos en Oslo. Recuerdas que soy muy friolera y que al momento estaba tiritando. Pero qué alegría saber que enseguida me abrigabas con tu abrazo. Ahora el calor viene del sol. Qué burlesca es la vida, Oslo era estar contigo. Oslo suena a solo. Y sola es como estoy ahora bajo este sol de justicia. Y debo agradecer al menos esta suerte que es estar aquí en estas tierras de cielo azul despejado. Gracias a ello por lo menos siento el calor del sol, que no el de la familia." Se habla a sí misma, pero a veces no sabe si se habla a sí mismo o a otra persona que ve en su cabeza, a él. Se siente un poco enloquecida. Cualquiera lo estaría en su situación. 

Había venido acompañada. Eran sus vacaciones en España. Acompañada. Hermosa palabra. La soledad no buscada es un infierno terrible, como todos los infiernos. Como el de ahora. La gente a su alrededor es feliz. Eso no es lo que le molesta más. Lo que en realidad le indigna es que ella es objetivo de todas las miradas. Ella es la protagonista silenciosa de esta historia. Ella es consciente de que alguien incluso se mete en su cabeza. Tú, por ejemplo, que lees sus pensamientos en este momento. Tú, que la estás imaginando perfectamente sentada con las piernas cruzadas con elegancia, su pelo blanco con corte juvenil y su perfilada nariz. Ella es protagonista de esta tragedia. Ella sola que se siente sola porque está muy sola de verdad. Vino acompañada. Vino. Eso es pasado. Ahora está sola y conforme pasa el tiempo se ha fumado su café y lo que antes era taza ahora es una copa de vino. Ha sido magia o el impacto de lo acontecido lo que ha hecho que ella esté actuando como manipulada por el aire. Se mueve, va a la barra del bar, pide una copa de vino, paga, nunca mira a los ojos del camarero y vuelve a su hamaca. Todo ello en una danza hipnótica involuntaria. No sabe ni lo que hace en cada momento. Solo sabe que está sola. 

En su habitación todo está desordenado. Hay dos maletas. Colocarlo todo en ellas es su pesadilla. Venir acompañada y ahora regresar sola y con las mismas dos maletas. Triste. Es triste saber que en lugar de felicidad, ella vuelve cargada de melancolía, de malestar, de incertidumbres y desorientaciones. Está perdida. 

Pero eso será mañana. Ahora solo fuma y bebe vino, porque es lo que más en sintonía con ella está. El alcohol la evade. El humo le recuerda la muerte aletargada. Las imágenes se suceden en su cabeza sin fin. Siempre igual de caóticas. Un buffet repleto de bollería, embutidos, fruta, café, zumos, mantequilla y mermelada. Ella levantándose a coger dos copas de zumo de naranja. "El zumo estaba frío. Tan frío como estarías tú después." Ella corriendo hacia su acompañante. Él tirado en el suelo. Todos a su alrededor alterados. Ella rodeada de personas que solo conoce de vista. El mundo paralizado. El zumo perenne en esas copas que sigue sujetando. La sirena de la ambulancia. Voces hablando en un idioma que no conoce. Ella tumbada en la cama, recogida sobre su propio cuerpo, sin ganas de nada, ni siquiera de llorar. 

Ella. Él. Mucha gente y, sin embargo, sola. 

Pero tendrá que hacer las maletas y regresar sola. "Sola con mi maleta y la tuya, con tus cosas, tu ropa, tu olor congelado en la camisa sucia que dejaste en la cama. Sola, con un sufrimiento que nadie percibe porque lo oculto. Soy nórdica, hija de Thor y princesa del hielo. ¿Recuerdas que me llamabas así? Lo mismo tenías razón. Ahora que ya no estás, creo que tenías toda la razón, porque me siento extraña en este mundo. Quizás necesitaba perderte y no poder recuperarte en este mundo para ser consciente de que yo pertenezco desde siempre a otro mundo. No debería ser humana. Debería ser hija de Thor y vivir en otro mundo, donde tú siguieras conmigo como alguien inmortal. Pero no es así. ¿Adónde te has marchado que no te encuentro? Ese frío que te invade te es ajeno. Tú siempre has sido calor puro. Déjame que vaya contigo..."

Pero no irá con él. Un pensamiento no basta para que algo sea realidad. Ahora debe ser fuerte. La tragedia no ha hecho más que empezar. Hacer la maleta, volver a casa y saber que, por muy incomprensible que todo sea, ella es capaz de resistir, como siempre ha hecho, porque ella es hija de Thor y ahora lo sabe más que nunca; ahora que la tragedia la hace parte de una mitología que creía ficticia. 

Apaga el cigarrillo y deja de mirar el tronco acolchado de la palmera. Debe ser palmera y soportar los vientos que le han tocado vivir. Se levanta, sale del hotel, para al primer taxi que pasa por la calle y va hacia su marido. Allí, con su cuerpo delante, le besa la fría frente, firma unos documentos y regresa al hotel. 

Al entrar en su desordenada habitación, ya no duda de nada. Es hora de volver a casa y afrontar la vida con todo lo que venga. 

"Tenías razón. Yo enfermiza siempre sería tu supérstite. Lo que no esperaba es que mi padre te partiera el corazón con sus truenos. Eso jamás lo habría imaginado. Te voy a extrañar mucho. Pero no te preocupes, porque algún día volveré a estar contigo. El día que abandone este cuerpo, rogaré a Thor porque nos dé de nuevo una oportunidad para demostrarle que estamos hechos el uno para la otra. Juro que la próxima vez lo conseguiremos, ¿me oyes? Entretanto, vuelvo a casa, a Oslo, donde escribiré toda nuestra vida, para revivirla mientras llega la hora, para mantenerte vivo conmigo mientras tanto. No olvidaré ni un detalle y si lo olvido, te pido que en sueños vengas a recordármelos. Analizaré todo en busca de nuestro error. La próxima vez será la nuestra, la definitiva."


(Oslo, 10 años más tarde de estos acontecimientos.)

Ella cierra su cuaderno y mira por la ventana la niebla. Cree ver a alguien. Se gira sobre sí misma. Es el reflejo de un señor con bata blanca que se reflejaba en el cristal de la ventana. 

-- Buenos días, Señora Thun. Veo que sigues escribiendo tus cuadernos. ¿Me dejas leer lo último que has escrito? 

-- Sí, Dr. Klavis. 

-- Gracias -contesta el doctor, que a cambio del cuaderno le da un vasito de plástico a ella y añade-, No olvides beber abundante agua. Ya te daré mi opinión. Hasta mañana, Señora Thun.






Comentarios

  1. Pues ya tienes el primero de los cuentos. Necesita alguna corrección pero salvo por eso, estupendo. Me encanta como parte de una situación actual para volver al pasado y contarnos toda la historia de su tragedia.
    Un comienzo prometedor.

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