Operar es obrar.
Por consiguiente, acometer una buena operación conlleva ser un buen obrador, un artista.
Un cirujano que tiene y cuida sus delicadas y precisas manos es un profesional consciente de que su trabajo se diferencia de la labor del artista en la materia que deberá laborar. A saber, un artista tradicional sorprende por la capacidad de crear e insuflar vida propia a un objeto que, inerte, adquiere una energía y originalidad exclusivas e inigualables. Ahora bien, un cirujano es un artista que modifica un órgano para insuflarle una energía nueva, una vida nueva, que por desgaste u otras causas se ha ido deteriorando y liberando, perdiendo, la que antes poseía.
Cirujano, luego artista.
Hoy la rodilla de mi abuelo está en manos de uno de estos artistas. De los resultados dependerá la excelencia o mediocridad de su obra. Espero que sean excelentes. Quien lea esto que le pase todo su ánimo y que salga todo bien.
¿Qué haríamos sin la medicina?
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