Hace un rato he visto un documental que me ha dejado asombrado.
¿No podéis reconocer el rostro de alguien que conocistéis ayer? ¿No reconocéis a las personas de tu entorno? ¿Cuándo os miráis en el espejo no sabéis quién es la persona que en él se refleja?
Si, en efecto, os ocurre esto, entonces padecéis una enfermedad, que a mí por lo menos me deja sorprendido: prosopagnosia o ceguera facial.
El tipo del documental, que la sufría, contaba cómo tuvo que dejar de ejercer la abogacía por el simple hecho de que era incapaz de defender a sus clientes, al no reconocerlos. Cuando era pequeño su madre le obligaba a cortarse el pelo y, según explica, con el pelo rapado le resultaba imposible reconocerse en el espejo. Así que ahora luce una larga melena y un rostro de poblada barba. Si lo razonamos con detenimiento, tiene sentido: no detectamos los rasgos de la cara, por lo que somos incapaces de saber quién es; si vemos alrededor del rostro un tipo de cabello y una determinada barba, sí que es posible identificar a la persona. Curioso, ¿no?
Asombrado estoy, sí, porque hay enfermedades y circunstancias tan extrañas como sorprendentes que no dejan a nadia indiferente.
Ahora bien, pensándolo con conciencia, este problema debe ser un verdadero lastre y crea, con seguridad, grandes malestares a la persona afectada. Estar rodeado de desconocidos no debe ser nada agradable. Es más, debe provocar cierta inseguridad. Si me imagino a mí mismo que no puedo percibir las muecas de la gente ni descifrar lo que cada una de ellas aporta, siento cierto temor. Quizás porque yo ya me he acostumbrado a vivir leyendo gestos como si palabras cargadas de enormes significados se tratase. A lo mejro al que nació con este problema no le resulta tan complicado.
Sufre más el ciego que una vez vio las maravillas del mundo que el que solo las conoció por lo que los demás le contaban.
Al terminar el documental me han surgido varias preguntas, ¿Cómo identificas a una persona calva? ¿Y a una mujer? Lo digo porque no tiene barba. ¿Y a un calvo que además es mudo? Ni idea.
Siendo aún más retorcidos, supongamos que sufres prosopagnosia y que estás casado. Tu mujer tiene el pelo largo, se viste con un tipo de ropa muy particular, se perfuma con un olor concreto y posee una voz que se ha hecho muy familiar. Un día inesperado, la mujer se queda calva tras padecer algún tipo de enfermedad, pierde la voz porque la patología que sufría le ha afectado las cuerdas vocales y padece una depresión profunda que la lleva a dejar de arreglarse y de perfumarse. Es terrorífico lo que planteo, pero al mismo tiempo factible. En ese caso, ¿Cómo podrías reconocer a tu propia mujer? Quizás por su simple presencia. No lo sé, ni quiero saberlo. Sin duda, es una situación que produce pena y miedo en mismas dosis.
Tiene que ser muy duro, sí, pero supongo su vida será diferente y la gente que conozca a alguien así tomará las medidas necesarias, al igual que lo hacen los familiares por ejemplo de un ciego para que su vida sea lo más normal posible.
ResponderEliminarPero este tipo de cosas nos pueden pasar incluso a nosotros; yo a veces, cuando me miro al espejo no me reconozco... Es como la imagen de mi misma se hubiera quedado estancada hace años...
Es verdad que esas cosas nos suceden a todos y también es cierto que puede llegar a ocurrirnos que un día por algún accidente o lo que sea suframos este trastorno...
ResponderEliminarPor cierto, lo que comentas de tu imagen estancada, dicen que la percepción que cada uno tiene de sí mismo no traspasa la barrera de los treinta años. No sé la edad que tendrás, pero esto puede explicar tu sensación de estancamiento.