Ir al contenido principal

La memoria

Siempre igual. Termino un libro de Muñoz Molina y me quedo en tal estado de éxtasis mental que tengo la necesidad de escribir. Escribir sobre el poso que permanece tras la lectura. 
En este caso concreto, se trata de la memoria. 
Me doy cuenta de que, conforme pasan los años, los recuerdos se van borrando, solo se mantienen con fuerza los de la infancia o aquellos que comparto con los amigos de toda la vida, porque, cada vez que hablamos o nos vemos, incidimos en tal o cual recuerdo como se imprime una huella una y otra vez a propósito cuando jugabas de pequeño a pisar por las huellas de los demás. 
Recuerdo que cuando vivía en Francia siempre hacía un esfuerzo especial por retener en la memoria detalles: cómo caminaba la gente, cómo se comportaban, qué colores predominan en las ciudades, las sensaciones que me inundaban a cada momento, experiencias, sabores, anécdotas, olores... Recuerdo que quería empaparme de todo, quedarme calado hasta los huesos de aquellas lluvias intensas que duraban dos semanas y aquellas otras dos semanas seguidas de buen tiempo y cielos azules intensos. Todo lo hacía para poder algún día escribir la novela de mi vida, un escrito repleto de verdades, de bellos recuerdos...
Ahora mismo, al terminar la lectura, he pensado en Francia y en aquellos tiempos en que yo, casi adolescente todavía, soñaba con ser escritor, y me he dado cuenta de que tengo muchas lagunas y de que los recuerdos que conservo se los debo a mis diálogos internos y a las conversaciones con mi amiga Eva. Y es entonces cuando me he dado cuenta de un detalle: la memoria requiere de diálogo. He perdido mis recuerdos de Francia, porque no tengo casi relación con las personas que formaron parte de aquella experiencia que fue ser auxiliar de conversación. No hay diálogo casi nunca sobre aquella época. Mis recuerdos se han ido, como el agua torrencial que bajaba por el río de Pau, aquellas semanas de lluvia intensa y han perdido los colores de aquellos bellos atardeceres que veíamos desde el balcón del piso. 
La memoria necesita a los demás para ser construida poco a poco. Los adultos cada vez tenemos menos recuerdos actuales, porque el mundo en el que vivimos nos mantiene tan ocupados en diversos asuntos que no tenemos el tiempo necesario para la conversación, el diálogo, el intercambio de memorias, la fortaleza del recuerdo. Algo no va bien en este mundo que hemos creado, tan lejano del ritmo natural, del mundo natural. 
Y con esta pequeña reflexión, buenas noches a aquellos todavía siguen leyendo este espacio tan personal.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una tradición muy andaluza: el agareo

En Andalucía, por lo menos en la zona de Granada costa y Almería, todo niño pequeño sabe que puede llegar algún familiar o adulto que al grito de un " El agareo " se te lance y con otros niños, los primos o amigos, te agarren el cuerpo, te bajen el pantalón y, tras muchos forcejeos e intentos de no dejar tus partes pudendas al descubierto, acaba quedando semidesnudo de cadera para abajo y recibir un escupitajo en el susodicho pene.  Yo he sufrido muchas veces el agareo por parte de mi tía la más joven, aunque nunca me escupía. A simple vista puede parecer un horror, pero en el fondo todos se ríen muchísimo. Yo con el forcejeo me lo pasaba de escándalo, envuelto en risas.  Castillo de Salobreña y cruz cristiana a sus pies. Hace unos años descubrí por casualidad el origen de esta tradición andaluza. Se trata de un juego nacido en tiempos de la conversión de los moriscos. No creo que sea necesario situar los hechos, porque todos sabemos lo que ocurrió tras la c

Resistencia de Rosa Aneiros en español

Hoy vengo a hablar de un libro que me regaló una estupenda amiga hace un par de meses y que me sorprendió mucho: Resistencia de Rosa Aneiros en español o en castellano, como prefiráis . Rosa Aneiros cuenta en un lenguaje poético, fresco y renovador una difícil historia de amor entre Dinís y Filipa en el Portugal del siglo pasado; explica y narra, además, la atmósfera que rodea a dicho romance: la historia de unos personajes secundarios, que bien podrían ser tratados por principales. Expresa con soltura la velocidad con que pasa el tiempo y deja al final el corazón repleto de salitre. Esta historia nos narra las dificultades de un amor en una época y unas circunstancias determinadas, donde las leyes de la vida lo rigen todo y la resistencia es lo único que puede hacerle frente. En ella encontraremos personajes hechos de salitre y agujas de pino, que deberán afrontar una lucha con la vida y con los personajes que obstaculizan su felicidad, mediante tesón y una acérrima resistencia

La luz que se fue renació en otro nuevo día

  En este atardecer de hace un año,  moría el día, como mueren las historias.  En ese día, aquel, dolían los pies,  como debieron doler a aquel  que una vez corrió en Maratón.  Aquel era este, como este era aquel,  como la guerra que aquí se pierde,  como la guerra que allí se inicia  siempre.  Yo he perdido en guerras que otros ganaron, para después ganar las que otros acabaron perdiendo.  Yo, como todos, dejé coraza y casco, Dejé bandera, casa y hasta mi prado, Como el padre que un día dejó su legado. Perdí la luna y la noche se hizo oscura. Moría el sol y con él la luz.  Pero bien sabemos que al igual que no hay tormenta que dure eternamente, No hay noche que dure para siempre.  Hoy hace cuatro meses que nacía el sol de nuevo,  Cuatro meses,  con sus semanas,  días,    horas,  minutos    y segundos. Hoy no es como el hoy de hace un año. Hoy es un hoy diferente, mucho más iluminado, mucho más claro,  con más soles de amaneceres Que refugios de atardeceres. Hoy eres tú, Hoy soy yo.