"Hallaré cobijo donde me halle la tormenta." Horacio
Tomada esta sentencia al pie de la letra es muy real. ¿Cuántas veces no nos hemos encontrado por la calle sin paraguas y el cielo ha desplegado sobre nosotros un mar de lluvia? ¿Y cuántas veces igualmente hemos hallado un techo donde guarecernos de la lluvia? Es impresionante que por instinto siempre buscamos un sitio donde cubrirnos de las inclemencias del tiempo. ¿Supervivencia? Debe ser eso.
Tengo un defecto o una virtud y es que soy incapaz de concentrarme en un único asunto. Esto ya lo sabía pero lo olvido a menudo. El otro día me di cuenta de nuevo de que tal vez debería mejorar este aspecto. En cualquier caso, más de una vez me he sorprendido a mí mismo huyendo de la lluvia y tratando de buscar un lugar donde no mojarme y, curiosamente, a la vez estaba reflexionando sobre el porqué de esa huída, por qué no quedarse bajo la lluvia y disfrutar de la relajación, de la naturaleza viva, de la calma y la tranquilidad que la lluvia cual ducha natural proporciona. Es evidente que la razón se encuentra en el hecho de que mojarse bajo la lluvia y con el frío que la acompaña equivale a resfriarse al poco tiempo. Es por tanto supervivencia. Quizás sea remediar un posible resfriado lo que vale para nuestro instinto más que el estrés que produce buscar un lugar donde refugiarse.
En fin, matices sin más de lo puramente enigmático de la naturaleza, la humana también.
Desde un punto metafórico es, por igual, una idea muy cierta. ¿Qué sucede cuando vienen los problemas, las tormentas humanas, los efectos de decisiones propias o ajenas? Ocurre lo que ha de ocurrir, que todo se desestabiliza, resbalamos, nos llevamos un golpe más o menos potente y nos quedamos perdidos y sin saber muy bien cómo actuar, analizando todo cuanto nos pasa por delante. Esa tormenta es repetitiva, como cualquier tormenta, y de ella siempre salimos más o menos vivos, porque nuestro instinto nos lleva a buscar una solución, algo que nos guía hacia adelante, más que nada porque hacia atrás temporalmente no podemos ir, al menos hasta que no inventen una máquina del tiempo; cosa que dudo mucho. La única máquina del tiempo es la memoria y su poder es limitado y en muchas ocasiones falso poder, porque ese pasado rara vez es completo y tal cual ocurrió.
Como deducimos de la sentencia de Horacio, tenemos que mantener una cierta esperanza frente a los malos momentos y a los problemas, siempre hallaremos un cobijo físico o abstracto.
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