Qué triste es tener que callarse y parecer contento por tener un trabajo que no te llena en absoluto ni te hace crecer, sino más bien lo contrario; pero da sustento y alimento que es lo único básico en estos tiempos presentes. Más triste todavía es no tenerlo. En este país el verdadero afortunado es aquel que puede desempeñar su vida en un oficio que recorre todas sus venas y asoma por todos los poros de la piel. ¿De esos hay muchos? Hace unos años, cuando aún no sabía a qué quería dedicarme, me asaltaba la duda constantemente y me planteaba cómo sería mi futuro. Sin ser yo un genio, a un momento dado supe que el esfuerzo y la constancia suelen vaticinar metas alcanzadas. Así paso a paso, escalón a escalón, uno va ascendiendo a las alturas de la montaña desde donde divisará toda la periferia y, con suerte, verá entre las neblinas del horizonte la cúspide donde desea plantar su bandera personal y pasar el resto de su existencia. Vi esa montaña y creí que iba en la direcci...
Las primeras palabras se plasmaron sobre piedra, quizás, estas de ahora las plasmo sobre las pantallas líquidas de vuestros ordenadores y teléfonos. Bienvenidos/as al espacio donde mis palabras tienen lugar.