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Historias de opositores

Contar historias es uno de mis sueños, pero siempre hay algo que lo impide. 

Es curioso que yo funciono mejor en cuanto a la escritura cuando peor estoy, el dolor es mi motor, pero al mismo tiempo es un bloqueador de la inspiración. A lo mejor no he nacido para escribir y simplemente me fuerzo a hacer algo que no sale por sí solo, quizás vivo con este sueño que no pasa de ser un sueño evaporado que como las nubes desaparecen con los vientos que soplan con fuerza a favor o en contra. 

¡Qué pesadilla de oposiciones! 

Lo peor de todo es que a pesar de que estoy casi seguro de que no conseguiré una plaza yo sigo agotándome a diario entre ensayos de encerrona y defensas, sigo perdiendo energía y acumulando horas de desesperanza; lo que más cansancio me produce es pensar que habrá de nuevo otros periodos de estrés y desilusión provocados por otras oposiciones. Y mientras tanto pasará la vida... y espero ¡Ay! tener la suerte de seguir pisando aulas, fundiéndome con el buen ambiente de estas, seguir haciendo lo que de verdad es mi gran vocación, guiar a mis alumnos, o como dice mi amiga Lucy, "ayudar a la gente a cumplir sus sueños", bella descripción sobre nuestro papel como profesores, aportar un granito a la formación de grandes pirámides que son las vidas, sonreír a los alumnos como se sonríe a la vida, dar felicidad y que te digan que eres el más feliz que jamás hayan visto, saber que un pequeño paso es siempre un gran paso y tratar entonces de convencerme en este mar de ideas de que presentarme a estas oposiciones sigue siendo un pequeño paso que es un gran paso, saque o no saque plaza, porque al menos habré sido capaz de enfrentarme de nuevo al sudor de las manos nerviosas durante la encerrona y de ser capaz de hablar sin que tiemble la voz, mostrarme lo más natural posible, más natural que la vez pasada que no era yo, sino un bloqueo aterrador. 

Y de nuevo las palabras, escribir me ayuda a ver el lado positivo, me incita a disfrutar del viaje a Ítaca como Ulises, a gozar del camino, pues qué más da el destino. Así esta presa de palabras revienta y se renueva como en cada donación de sangre, bombeada por la máquina, limpiada por la escritura de todo aquello que se acumulaba y saber que de nuevo le debo a las palabras un cambio de rumbo, una mirada profunda al cielo azul despejado y escuchar el romper suave del mar de Roquetas que retumba a veces en el recuerdo. Mi estrés es una tormenta de verano en Almería, donde se raja el firmamento y nunca llueve. Por suerte, estas nunca duran demasiado y pronto el sol vuelve a relucir, especialmente en Almería. Y por suerte se acaban estas oposiciones ya el 12 y volverán las horas de lectura por placer, el deambular por las calles a mi antojo, ir a tomar tapas, escribir de nuevo aquí y en mis cuadernos, ver a mis amigos, hablar con ellos, ver series y películas, perder el tiempo como quiera y no volver a estar obsesionado con una pesadilla, la pesadilla de las oposiciones que, lo queramos o no, nos persiguen a todos los que somos opositores. Y ahora a repasar el esquema de la defensa y a notar la brisa del mar gracias al poder de la imaginación y al ventilador que combate el calor del ambiente.

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