Ayer estuve en el cine. No había leído ningúna crítica sobre la película de Leal. Quizás debería haberlo hecho, porque me habría ahorrado un fraude. Digo fraude porque la película carece de sentido, es un cúmulo de imágenes futuristas y atropello de pensamientos incoherentes. En Leal tratan de explicar y poner orden a las dos películas anteriores (libros en realidad) y en ese intento dejan la trama desatada, colocando al espectador en la situación de creer haber perdido dos horas para no llegar a ninguna parte. No obstante, le daría una oportunidad a la última película si llegan a estrenarla. Y lo haría no porque esta tercera entrega me haya dejado con las ganas de ello, sino porque necesito conocer el final de la saga... y quizás lo conozco a través del libro. Ya no sé, ciertamente.
En este atardecer de hace un año, moría el día, como mueren las historias. En ese día, aquel, dolían los pies, como debieron doler a aquel que una vez corrió en Maratón. Aquel era este, como este era aquel, como la guerra que aquí se pierde, como la guerra que allí se inicia siempre. Yo he perdido en guerras que otros ganaron, para después ganar las que otros acabaron perdiendo. Yo, como todos, dejé coraza y casco, Dejé bandera, casa y hasta mi prado, Como el padre que un día dejó su legado. Perdí la luna y la noche se hizo oscura. Moría el sol y con él la luz. Pero bien sabemos que al igual que no hay tormenta que dure eternamente, No hay noche que dure para siempre. Hoy hace cuatro meses que nacía el sol de nuevo, Cuatro meses, con sus semanas, días, horas, minutos y segundos. Hoy no es como el hoy de hace un año. Hoy es un hoy diferente, mucho más iluminado...
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