Trabajar de noche es realmente duro; n o podría expresarlo de otro modo. Quien trabajó de noche sabe lo que ello conlleva: horario fuera del natural, noches de café, silencios, crujidos o ruidos desconocidos, extraños, inesperados, que sobresaltan; una vida en penumbra. Los minutos pasan muy despacio, miras el reloj y todavía son las 3 de la madrugada, el cuerpo vive a ese mismo ritmo, las pulsaciones se aceleran de vez en cuando y el ruido de un dátil que choca contra el tejado de plástico parece sacar la vida del cuerpo aletargado y este se estremece. Quien trabajó de noche conoce los efectos de la oscuridad sobre los ojos y los párpados. Sabe que los ojos le dolerán cuando salga del edificio y deba regresar a casa para dormir, cuando el mundo empieza a despertar y el sol despunta por el horizonte marino o montañoso. Es inútil que se lo imagine quien no lo vivió, porque como bien es sabido la experiencia es la madre de la ciencia: siente y descubrirás. En este caso, no recomiendo de...
Las primeras palabras se plasmaron sobre piedra, quizás, estas de ahora las plasmo sobre las pantallas líquidas de vuestros ordenadores y teléfonos. Bienvenidos/as al espacio donde mis palabras tienen lugar.