El día tiene una duración flexible aunque parezca rígido por sus siempre 24 horas, pero la memoria o no sé qué hace que la duración del mismo pueda parecernos más extensa o menos. Digo esto porque hay siempre, en esa duración, momentos para encontrar la paz interior, la felicidad del instante, la diversión infantil... Para mí, estar en la playa leyendo un buen libro, mirando el móvil de vez en cuando, darme un chapuzón refrescante y volver a casa para comer es un cúmulo de buenas sensaciones para ya haber tenido un fabuloso día, a pesar de cualquier cosa que pueda acontecer. Viva el disfrute de las pequeñas cosas y la fluctuación de un tiempo que puede alargar también los buenos instantes.
En este atardecer de hace un año, moría el día, como mueren las historias. En ese día, aquel, dolían los pies, como debieron doler a aquel que una vez corrió en Maratón. Aquel era este, como este era aquel, como la guerra que aquí se pierde, como la guerra que allí se inicia siempre. Yo he perdido en guerras que otros ganaron, para después ganar las que otros acabaron perdiendo. Yo, como todos, dejé coraza y casco, Dejé bandera, casa y hasta mi prado, Como el padre que un día dejó su legado. Perdí la luna y la noche se hizo oscura. Moría el sol y con él la luz. Pero bien sabemos que al igual que no hay tormenta que dure eternamente, No hay noche que dure para siempre. Hoy hace cuatro meses que nacía el sol de nuevo, Cuatro meses, con sus semanas, días, horas, minutos y segundos. Hoy no es como el hoy de hace un año. Hoy es un hoy diferente, mucho más iluminado...
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