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Prisiones naturales

Ahora no es el tiempo el que me impide escribir.

Ahora es la necesidad de permanecer ausente, distraído, entretenido en todo aquello que no tenga que ver con la mente, con esa voz que nos susurra cuando todo es silencio, cuando nos comunicamos con nosotros mismos en ese apartado particular de nuestra cabeza, zona de descanso, con decoración adecuada a nuestro estado de ánimo.

Ahora, precisamente ahora, cuando el silencio de otra nevada paraliza la actividad externa y, por tanto, las vías de escape, no puedo resistir la tentación de conversar conmigo mismo, con mi vocecita interna, con las palabras y el teclado de mi ordenador. Regresar aquí, al papiro de mi vida.

Y no es que no quiera venir aquí. Pues volver siempre vuelvo, aunque no siempre escriba. 
Hace un par de días, vine de nuevo a este pueblo, tras un largo puente de Andalucía que me ha sabido a mucho, si hablamos de buenos momentos, y a poco, si nos referimos a lo breve que me ha parecido. Santiago puede ser un arma de doble filo para el que no es de aquí. Primero te sorprende por su silencio, por sus tradiciones añejas, por el carácter de sus habitantes, por las intransitables carreteras repletas de curvas, ascensos, descensos, estrecheces, altos desfiladeros, bosque, mucho bosque, animales salvajes... Luego esto te produce una sensación de cárcel, de asfixia, te falta el aire literalmente, te sientes pesado, agotado y, lo que es aún peor, ves esas montañas que rodean al pueblo como barrotes naturales de una prisión, de la que te parece que nunca vas a poder escapar. Crees que irás a menudo a tu casa, que ese camino no te detendrá, pero al final desistes, porque llega de repente el frío y con él las temibles placas de hielo y la nieve y el temor a quedar aislado... Así que ante esta situación, yo he preferido permanecer alejado de mi mente, salir a pasear, quedar con compañeras del trabajo para tomar té, apuntarme a lo poco que aquí se ofrece (inglés), meterme en toda clase de proyectos, llevar varios blogs, una plataforma con mis alumnos, pensar sin cesar en actividades, ir al club de lectura, visitar aldeas, bares, hacer rutas cortas por la zona... digamos que es la necesidad de huir ,como sea, de aquí. 

Dicen que la patria de cada uno está donde esté el trabajo. Yo difiero. Creo que la patria de cada uno está donde la conversación con uno mismo no sea un peligro vital. No depende del trabajo ni de la salud ni del amor; depende de una simbiosis de esos y de muchos otros aspectos, pero sobre todo de la comodidad, de la libertad, de sentir que nada presiona tu interior. Quien lea esto puede entender que yo estoy mal aquí. No es eso exactamente. En general estoy bien, pero lo que no está bien es esa simbiosis de la que acabo de hablar. Los tres aspectos clásicos de trabajo, salud y amor están bien; si acaso la salud esté peor de lo que debería, pero nada grave, salvo el asma renacido aquí. Ahora que sin duda los otros elementos flaquean, sobre todo el de libertad. Aquí no tengo la libertad verdadera. Aquí mi forma de pensar choca de frente con las ideologías de la zona. Mi concepción del ser humano y de los animales no es la misma que la de ellos. Los roles siguen anclados en el pasado. Los animales son animales sin más, inferiores y por tanto víctimas de la muerte por caza, por pedrada... A diario oigo comentarios racistas entre los más jóvenes, incluso alguna ha alabado figuras de este país, que por fortuna ahora yacen bajo nuestros pies. Es un sinsentido absoluto. 

Ante esta situación, mientras los cielos sigan grises y las temperaturas frías, yo solo puedo soñar con el día en que alcance mi objetivo y pueda por fin no sentir que estoy en un destino que no es el mío, en un lugar en el que la naturaleza juega en mi contra, donde las montañas son muros en lugar de pasarelas y cruces de caminos. 

Por hoy, creo, ya he hablado demasiado con mi voz interna. Ahora mejor que nunca, prefiero partir al mundo de las historias narradas, envuelto en este silencio absoluto.

Comentarios

  1. También es una muesca en tu culata. Es una experiencia que te hará más fuerte, pq tú sí puedes soportarla; posiblemente, tb te servirá para confrontar tus propias ideas con el entorno y contigo mismo, y tal vez reafirmarte. Tal vez, dudar de alguna de tus convicciones. En la vida, salvo la muerte, todo lo demás suma, depende más del que vive que de lo vivido, es una certeza que tengo. Y en cualquier caso, pronto la puerta de la jaula se abrirá. Pero tb algo de ti, de tu ser, de como eras, quedará para siempre en ese lugar y el que salga ya no será jamás igual al que entró.

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