Me miro en el reflejo de la pantalla del ordenador cada vez que se oscurece la imagen del capítulo que estoy viendo de TWD y me pierdo en mi propia pupila. Este año trabajo por inercia, con ansiedad, desganado y me siento reconocible con cualquier otro menos conmigo mismo, uno de esos zombies de la serie que veo, sin conciencia, sin destino fijo, deambulando en solitario o en rebaño como ovejas, con las tripas colgando del vientre y la mirada perdida. Me miro y me da rabia estar perdiendo la ilusión que antes tenía. Y todo porque el mundo de la educación está cada día peor, el mundo de la política es cada vez más corrupto, qué lejos quedan los tiempos en que... a no, si el mundo político siempre ha estado igual, grupo de caballeros de la mesa redonda que se creen salvadores de la humanidad... y ya el remate es la elección de Trump o la reelección de Rajoy... ¿este es el ejemplo modélico que queremos que aprendan nuestros jóvenes?
Hace tiempo hablé en este blog del poder del miedo. El terror utilizado por los medios, potenciado por los terroristas, los Yihadistas. ¡Cuánto poder tiene el pavor! No lo parece pero están consiguiendo lo que buscaban con los atentados, con sus vídeos aterradores: nos desmembramos los que formamos parte de la democracia, de los valores de igualdad, de solidaridad, de unión, de tolerancia, de derecho... Nos estamos separando y los valores de desprecio, nacionalismo puro, racismo... campan cada vez más a sus anchas.
Como educador me planteo a menudo cómo mejorar el mundo. Cada vez la respuesta negativa es la que más acude a mi pensamiento. Puede que no pueda mejorarlo, porque el sistema mismo ya me está corrompiendo con tanta burocracia.
Ojalá esté en el error.
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