Días largos, tortuosos como los grados del termómetro que de repente se han enrollado en una ascensión de mercurio que parece insostenible, como el tiempo que nunca se detiene y a veces me aplasta. Antes habría seguido estudiando sin descanso, a pesar del cansancio; ahora ya simplemente, conforme se acumulan los años sobresale la parsimonia, en mi caso, un querer descansar a pesar de las corrientes. Pero al final uno es siempre el mismo, aunque diferente. Por más que nunca haya dormido siestas, hoy nada más comer, la siesta se ha impuesto, como la preposición que rige un complemento de régimen. Comer y dormir. Esforzarme en arrancarle horas al tiempo y, en cambio, tirarme al sofá y despertar dos horas más tarde. La desgana del que sabe que tiene mucho que hacer y hace sin embargo lo que puede, sea cual sea el resultado. Tendría que estudiar, realizar supuestos prácticos, rematar las unidades didácticas... hacer como acción. Y la cosa es que lo hago, pero no hago lo suficiente. Necesito una vida para aprobar unas oposiciones...
En este atardecer de hace un año, moría el día, como mueren las historias. En ese día, aquel, dolían los pies, como debieron doler a aquel que una vez corrió en Maratón. Aquel era este, como este era aquel, como la guerra que aquí se pierde, como la guerra que allí se inicia siempre. Yo he perdido en guerras que otros ganaron, para después ganar las que otros acabaron perdiendo. Yo, como todos, dejé coraza y casco, Dejé bandera, casa y hasta mi prado, Como el padre que un día dejó su legado. Perdí la luna y la noche se hizo oscura. Moría el sol y con él la luz. Pero bien sabemos que al igual que no hay tormenta que dure eternamente, No hay noche que dure para siempre. Hoy hace cuatro meses que nacía el sol de nuevo, Cuatro meses, con sus semanas, días, horas, minutos y segundos. Hoy no es como el hoy de hace un año. Hoy es un hoy diferente, mucho más iluminado...
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