En Ejercicios de supervivencia, Jorge Semprun habla del horror de la tortura.
Corrían los tiempos de la Résistance en Francia, durante la ocupación nazi, y en París los miembros de este movimiento tenían que hacer frente a menudo a la terrible tortura ejercida por la Gestapo francesa y, aún más horrorosa, alemana. Jorge comenta en su libro los tipos de tortura y las sensaciones que él padeció a manos de aquellos que se hacían llamar el orden. Matracas, permanecer colgados de un hilo fino, arrancar las uñas de los pies... y cosas mucho peores, como la asfixia por ahogo: Jorge narra la fatídica experiencia de sufrir las primeras torturas y de perder casi el conocimiento cada vez que sumergían su cabeza en una bañera llena de basura, excrementos y agua sucia. Todo con el fin de que delatara, testificara, dijera lo que jamás diría. Porque si algo le quedó claro de aquello es que en el momento de una tortura, la persona torturada, que calla y guarda localizaciones, secretos, nombres, es la más sublime forma de fidelidad humana.
¿Quién es capaz de soportar la separación de la conciencia y el cuerpo? ¿Quién además sufre por otros lo insufrible?
Sin duda debe ser algo tan lamentable, tan humillante debe ser verse golpeado, reducido a saco de boxeo, a nada... mientras a tu alrededor las caras sonríen y disfrutan del dolor ajeno. Semprun lo cuenta guardando tan bien los silencios y despertando las imágenes que he sentido el dolor de lo que no he vivido.
En una conversación que mantiene en el libro con un camarada, este último le confiesa que no se puede ser humano por completo si no has sufrido tortura, porque no sabes lo que es el dolor real, ni cuáles son los límites hasta los que un humano es capaz de llegar. Semprun no comparte esta opinión, al igual que no comparte otra idea que surge en una de sus lecturas sobre las secuelas de la tortura. Él no creo que el torturado ya no se siente cómodo en el mundo y que padecerá eternamente el sufrimiento y el odio por la humanidad salvaje. No. Él cree que el que se sale de la humanidad y deja de estar cómodo en el mundo es, sin duda, el torturador que sobrevive, todos aquellos que han visto la cara de la muerte en los ojos ajenos.
Y leyendo esto solo me invade constantemente una pregunta: ¿Cómo podemos llegar a ser así de crueles?
Y lo peor. Qué pronto las nuevas generaciones han olvidado esto. Qué pronto votan a neonazis en Europa. Qué pronto olvidamos a los refugiados de Siria. Pronto negociamos acuerdos económicos con China, Rusia, Venezuela, ... que siguen haciendo todo esto. Yo no me asombro de que haya hijos de puta malnacidos, me asombro de lo ràpido que el resto se olvida de reconocerlos y combatirlos.
ResponderEliminarLa memoría que es tan volátil... y el dinero que impone su reinado... no interesa recordar, me parece a mí. Ojalá no olvidáramos algo tan duro, tan miserable del ser humano... Por eso tenemos que tratar de recordarlo, de hacernos hasta pesados a veces.
EliminarUn saludo, Agu.