A veces cuando he llegado a centros nuevos me he dado cuenta de un hecho que siempre me causa sorpresa: el desinterés. El desinterés que a menudo percibo no es un sentimiento que ha nacido sin más en el alumno o en el profesor. Casi siempre es un desinterés provocado. Por una parte consecuencia directa de un alumno que no ha conseguido engancharse a la aventura de aprender y que ve esta acción como algo nefasto, duro, aburrido...algo que no sirve para nada, una pérdida de tiempo; por otra parte, efecto directo de un profesor que ensalza su materia como lo más elemental del sistema educativo y que crea terror dictatorial en su aula o simplemente porque ni él mismo encuentra la metodología que atrae, que produce chispas e incendios o incluso planta semillas que se vuelven árboles y bosques. Por eso, cuando llego a mi aula, voy por los pasillos, estoy en la sala de profesores o en el patio, procuro irradiar felicidad, ternura...y siempre sonrío. Necesito que mis alumnos sientan la calm...
Las primeras palabras se plasmaron sobre piedra, quizás, estas de ahora las plasmo sobre las pantallas líquidas de vuestros ordenadores y teléfonos. Bienvenidos/as al espacio donde mis palabras tienen lugar.