Unas veces hay que forzar la acción, pulsar las ganas de escribir, hacer que se haga; otras, en cambio, las ganas salen de repente, de la nada, de la inspiración, de la necesidad... qué sé yo de dónde viene el instinto de escribir. Solo sé que cuando aparece es tan placentero y tan vivo, un querer queriendo, un fulgor en una noche oscura, sin luna, sin estrellas, un flechazo quizás. Al fin vuelvo a sentir eso realmente. Y eso ha llegado enseguida nada más escuchar canciones francesas, la sonoridad casi de blues del francés abrazado por las notas de un piano cuyas teclas tocan con dulzura unas manos de las que no sabemos el dueño. Yo sé que mi escritura nace de la melancolía, del reconocimiento del paso del tiempo, de la muerte, del pasado, de saberme vivo y delicado. Para mí, el núcleo de todo está en la sensibilidad, en la fragilidad de las alas de una mariposa, de todas. Nace así mi escritura, pero también mi forma de actuar, el ambiente de mis clases, la mane...
Las primeras palabras se plasmaron sobre piedra, quizás, estas de ahora las plasmo sobre las pantallas líquidas de vuestros ordenadores y teléfonos. Bienvenidos/as al espacio donde mis palabras tienen lugar.