Llevo más de dos semanas sin escribir una sola palabra. Estoy bloqueado, mentalmente y físicamente. Mi vida se torna tan aburrida como siempre y tan equilibrista, que siento que si bajo la guardia un ligero soplido me va a hacer tambalear y precipitarme al vacío de un modo insondable. El trabajo me desgarra las ganas, día a día, de seguir manteniendo el equilibrio y, a pesar de faltar en vitalidad, una llamada interna, un susurro, murmuraciones casi silenciosas me animan a no decaer. ¿Será esa voz, la de la misma vida, esa energía que nos mueve y que en un momento dado, inesperado, nos abandona definitivamente? Mis graves o agudos errores me acarrean males tan profundos, que se acumulan en mí, para explotar con un sigilo que duele. No debería reprender mis errores con graves sonoros ni griteríos insensatos: un error se soluciona mermando sus consecuencias y restableciendo el estado previo a las mismas; enseñando a no cometerlo, entre cariños y sonorizaciones atenuadas. ...
Las primeras palabras se plasmaron sobre piedra, quizás, estas de ahora las plasmo sobre las pantallas líquidas de vuestros ordenadores y teléfonos. Bienvenidos/as al espacio donde mis palabras tienen lugar.