Me llamaron, hice la maleta y partí.
Lucena me pareció muy grande, íbamos en mi coche Eva y yo recorriendo toda la ciudad detrás del autobús urbano, ella se reía y yo me desquiciaba porque no sabía dónde estábamos ni cómo llegar al centro. Llegamos al otro extremo del pueblo y seguíamos sin saber dónde estaba el instituto y preguntamos a alguien, ya no recuerdo si dos mujeres o una vieja, y llegamos a la hora del recreo. Me encontré con un instituto enorme, moderno, con una fachada blanca con gafas de metal. Entré. Tenía nervios.
En Jefatura me trataron muy bien y me indicaron todo lo que tenía que hacer. Me dieron una fabulosa bienvenida. Y ese mismo día empecé mis clases. Estaba nervioso por lo rápido de todo.
Al día siguiente ya me quedé en casa Dani, uno de los profes de inglés, igual de friki que yo en el tema de literatura fantástica (puede que sea incluso más que yo, es además un cerebrito). La convivencia ha sido excelente, no ha habido ni un solo problema. ¡He tenido mucha suerte!
Pero todo acaba.
Las semanas fueron pasando y cada dos semanas iba sabiendo si continuaba en el instituto o si cesaba ya mi contrato. Por ello, pasaba una semana relajado y feliz como un crío y la siguiente era un mar de oleajes nerviosos. Digamos que ha sido un ciclo de marea de subidas y bajadas; todas ellas en la mayor de las felicidades.
No puedo detallar aquí los dos meses y una semana que he estado aquí en Lucena, porque me faltaría espacio, porque mi memoria es escasa y caótica y porque ahora estoy triste y diría cosas que no son verdad. La tristeza produce verdades, es cierto, pero también deformidades, grandiosidades. Y no quiero ser subjetivo.
He sido feliz. Ha sido bonito mientras duró. He aprendido mucho, he conocido gente encantadora, he reído mucho, he disfrutado, he afianzado el concepto de lo que quiero de mi vida, he participado en todo lo que he podido, he salido de tapeo mil veces con Felipe, he mejorado mi humor, he tenido hasta un cólico nefrítico, he recuperado el aliento que había perdido a lo largo de los tres últimos años... pero sobre todo HE VIVIDO.
Y cuando uno se siente vivo, hasta la fuerza succionadora de un agujero negro se merma y detiene ante su presencia.
Ayer me dieron el cese. Desde el miércoles lo tenía más claro que nunca que eso pasaría. Me hice fuerte, quise hacerme a la idea, que no me afectara, creer que el edificio de mi vida va elevándose poco a poco y que esta temporada en Lucena será una ilustre habitación repleta de amor y cariño y que mi querida Loli, que me enseñó a hacer punto, habrá puesto una mesa llena de delicias; y que Dani me habrá regalado conversaciones enriquecedoras; y que Felipe se habrá convertido en una energía renovadora; y que Teresa habrá dibujado sonrisas en las paredes... y que tantos y tantos, todos me habrá dejado una habitación digna del recuerdo.
Ayer lloré. Mis alumnos estaban tristes. Yo estaba triste. Con ellos me contuve. Pero llegaron los pequeños, justo los más escandalosos, los que no he conseguido dominar, mi reto fracasado con esos 11 suspensos de 19 en el último examen. Me escribieron en un papel "Ce n'est pas un au revoir, c'est un à bientôt!" y despidiéndome con rapidez de ellos, cerré la puerta, bajé al servicio de los profesores con el corazón deshilachado y convertido en un nudo duro de deshacer. Y enfrente del espejo, se me enrojecieron los ojos y lloré estremecido. Me enjugué las lágrimas como pude. Fui a la sala de profesores y, creyéndome capaz de no soltar ni una lágrima más, estallé en sollozos y lloros.
Ayer lloré de pena, de que se acabe algo tan bonito. Sé que tendré más oportunidades de ejercer esta bonita profesión. No es una certeza, pero esto es lo que quiero, para lo que he nacido y no voy a dejar de intentarlo hasta que lo consiga definitivamente.
"Que sepas que nos has dejado huella", esta frase será la que me recuerde cada día para sentirme feliz y hasta orgulloso por haber hecho algo bien en mi vida.
Un beso enorme a mis alumnos, si me leen.
"UN GRAN MAESTRO" son las tres palabras que te definen.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues aquí no te vamos a olvidar, Jose, que lo sepas, y, por supuesto, te esperamos para nuestra graduación, esperamos que no faltes, nos encantará verte allí y disfrutar contigo del final de esta etapa. Hemos aprendido mucho francés y muchas cosas, con ese caos que dices que tienes, así hemos aprendido muchas expresiones y muchas cosas muy útiles. Graaacias por todo, lo digo yo, pero seguro que todos piensan igual, ¡te queremos Jose! Espero que todo te vaya muy bien a partir de ahora :)
ResponderEliminarUn beso, Sara :)
Helmanticae Maria, muchas gracias por leerme, por darme siempre ánimo, por hacer que sienta que eres una amiga que conozca desde siempre.
ResponderEliminarY a ti Sara... ¿qué voy a decirte que no sepas? Por supuesto que si puedo iré a vuestra graduación.Y me alegra saber que mi caos sirve de algo. Llegarás muy lejos. Serás una traductora fabuloso,, porque además de inteligente y trabajadora, eres buena persona y sin maldad. Un beso
Extraodinario ritmo narrativo, para un texto lleno de sensibilidad, amor y luz. Ciertamente iluminas el mundo que te rodea.
ResponderEliminarAin jose, no te iba a poner nada, pero no podía dejar de comentar jajajaja porque lo de ir perdidos por los sitios yo riendo y tú desquiciado no es ninguna novedad jajajajajajajaja Cada vez que recuerdo ciertas cosas... Ains, no puedo reprimir una carcajada jajajajaja "Con lo bien que estaba yo en mi casa!!!!!" jajaja besis, mosuelo! ;)
ResponderEliminarYa ves, Eva, creo que eso va a ser una tradición nuestra toda la vida... Esta tarde misma me he perdido entre olivos y ahora me ponen de los nervios los olivos, de tantos que había. Besos
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