No recuerdo si alguna vez lo he dicho, pero si es así perdonad mi repetición. Creo que Antonio Muñoz Molina roza la perfección narrativa a la que aspiro. Es más, leerlo me produce el placer consecuente a las propias descargas que recorren el cuerpo entero y provocan tsunamis en la epidermis. Su estilo matiza al gris del blanco y del negro precisos. En realidad, como todas las cosas cuasi-perfectas no puedo llegar a definirlas con precisión, porque yo soy un mero imperfecto y como tal carezco del intelecto necesario para intentar aproximarme a ese nivel elevado, codearme con él y llegar a conocerlo. En realidad, definir es conocer y, en este caso, poner en palabras un sentimiento divino. Yo conozco su estilo, lo siento en mi piel, pero no sé ponerlo en palabras. Llevo, en efecto, un buen rato intentándolo y me es imposible, las palabras se generan en el pensamiento, el sentimiento se activa, pero cuando los dos se fusionan para ser transferidos a través de las yemas de mis dedos las palabras se diluyen y acaban volatilizadas.
Como siempre se ha dicho, para muestra un botón, aquí tenéis el enlace de lo que quiero conseguir con mi propia esencia:
En este artículo publicado en Elpais.com habla justo de lo que yo mismo pienso de la necesidad de contar historias. ¡Sigamos contando historias todos!
Comentarios
Publicar un comentario