Ir al contenido principal

Mirada introspectiva mortal

Georges de La Tour, la Madeleine à la veilleuse


Quién no se ha visto alguna vez reflejado en la pose de esa persona que mira con tristeza el baile deslumbrante de la llama de una vela en la quietud de la noches, casi como muerta y despojada de su cuerpo, que ha quedado inmóvil, aunque en apariencia vivo. La carne sigue ardiente, el pelo mantiene su brillo negro y en sus mejillas se dibuja todavía el rubor de la energía vital.

Sin embargo, hay algo que se ha roto, se ve en su mirada, en la pose relajada y en esa sensación que produce la mano sobre su regazo; acaricia una calavera sin ojos ni envoltura, símbolo de sus preocupaciones, de sus ansias nuevas de abandonar ese cuerpo y, con él, toda una realidad tediosa, aplastante, demasiado oscura, como la noche, ya sin estrellas ni luna, como aspiradas por un agujero aparecido de repente y de repente desaparecido.

Pero ya no es nada igual.

Esa persona mira la llama, pero a veces, en su miseria, descubre, al otro lado del candor hipnótico, la cubierta de unos libros. Surgen, en esos momentos, brillos incandescentes en sus pupilas, algo de vida, hasta que alguien mueve la mano que acaricia la calavera y esta cae estrepitosamente al suelo, sacándola de su triste introspección mortal. 

Un niño empieza a cantar y a gritar. Y corretea a su alrededor y de un salto destroza la calavera. Y deposita un suave beso en la mejilla de la mujer. Se marcha y vuelve con muchas velas.

La sala se ilumina con una suavidad confortable.

-Mamá, mamá. Léeme esa historia que tanto me gusta. La de la mujer que perdió al hijo y lo encontró mientras soñaba. Por favor, léeme esa historia.

La mujer esboza una sonrisa y una lágrima surca su mejilla derecha. Sin dilación, comienza su relato:

"Hubo una vez una madre y un niño..."

Comentarios

  1. Tu mejor relato hasta ahora para mi gusto, maravillosa prolongación del cuadro, con un salto mortal que convierte una introspección tétrica en busca de la muerte, en la pura vida encarnada en la infancia. Magistral, lo digo sin ambajes, pero lo digo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La luz que se fue renació en otro nuevo día

  En este atardecer de hace un año,  moría el día, como mueren las historias.  En ese día, aquel, dolían los pies,  como debieron doler a aquel  que una vez corrió en Maratón.  Aquel era este, como este era aquel,  como la guerra que aquí se pierde,  como la guerra que allí se inicia  siempre.  Yo he perdido en guerras que otros ganaron, para después ganar las que otros acabaron perdiendo.  Yo, como todos, dejé coraza y casco, Dejé bandera, casa y hasta mi prado, Como el padre que un día dejó su legado. Perdí la luna y la noche se hizo oscura. Moría el sol y con él la luz.  Pero bien sabemos que al igual que no hay tormenta que dure eternamente, No hay noche que dure para siempre.  Hoy hace cuatro meses que nacía el sol de nuevo,  Cuatro meses,  con sus semanas,  días,    horas,  minutos    y segundos. Hoy no es como el hoy de hace un año. Hoy es un hoy diferente, mucho más iluminado, mucho más claro,  con más soles de amaneceres Que refugios de atardeceres. Hoy eres tú, Hoy soy yo.

Como el viento

El tiempo comparte con el viento su vaivén, sus momentos lentos de suave brisa, de potente huracán o de casi inexistencia, como si no existiera, pero ahí está siempre el aire y los años que pasan acumulados por segundos, minutos, horas, días, semanas, meses... Y así como el viento erosiona todo, seca la tierra y arranca de las plantas el agua que conserva, así el tiempo nos arranca la vitalidad, se lleva con él también la inocencia y las personas, unas veces queridas y otras simples máscaras que vuelan a la mínima ráfaga y tras las máscaras huyen corriendo tratando de atraparlas. Así el viento y el tiempo acaban llevándose la piel, la carne, el hueso, el alma y, como pétalos de flor de buganvillas, rápidamente vuelan y desaparecen. Fin.

Resistencia de Rosa Aneiros en español

Hoy vengo a hablar de un libro que me regaló una estupenda amiga hace un par de meses y que me sorprendió mucho: Resistencia de Rosa Aneiros en español o en castellano, como prefiráis . Rosa Aneiros cuenta en un lenguaje poético, fresco y renovador una difícil historia de amor entre Dinís y Filipa en el Portugal del siglo pasado; explica y narra, además, la atmósfera que rodea a dicho romance: la historia de unos personajes secundarios, que bien podrían ser tratados por principales. Expresa con soltura la velocidad con que pasa el tiempo y deja al final el corazón repleto de salitre. Esta historia nos narra las dificultades de un amor en una época y unas circunstancias determinadas, donde las leyes de la vida lo rigen todo y la resistencia es lo único que puede hacerle frente. En ella encontraremos personajes hechos de salitre y agujas de pino, que deberán afrontar una lucha con la vida y con los personajes que obstaculizan su felicidad, mediante tesón y una acérrima resistencia