Muchas veces cuando paseo a mi perrita, Xena, veo los árboles del paseo sobre mi cabeza e imagino historias o cosas que parecen.
El otro día, parecían sus ramas dedos alargados y retorcidos que luchaban por agarrarse a las estrellas o al cielo nocturno para sacar todo el cuerpo que yace bajo la tierra, porque sus troncos eran para mí gruesos y fuertes brazos de madera. ¿Acaso sabe alguien si no fueron antes brazos de gigantes con síndrome de Pinocho?
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