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Mostrando entradas de octubre, 2014

Un pequeño recuerdo

Cuando era pequeño en Salobreña, mi pueblo natal, llovía ceniza del cielo. Tengo grabado en la memoria la imagen de copos de ceniza negra posándose sobre mi antebrazo. Curiosa imagen que al mudarme de pueblo nunca más se ha vuelto a repetir, porque en ningún otro sitio existe esa lluvia de ceniza, ni siquiera en la misma Salobreña ahora. La ceniza provenía de la zafra de la caña de azúcar que antes cubría toda la vega de la costa tropical de Granada. Cañas que vinieron a manos de los árabes y que luego fue llevada a Cuba. Caña de azúcar que después de tantos siglos dejó de ser interesante a nivel económico y la Unión Europea decidió eliminar de la zona.  Mi infancia es un mar de espuma blanca y un mar de caña de azúcar verde brillante. Mi infancia era una lluvia de ceniza. Otra imagen que no se me ha borrado es la primera vez que vi nevar. Es exactamente igual que la de la primera vez que vi llover ceniza, a saber un copo de nieva posándose sobre mi antebrazo.  Me dicen qu

Coñazo de marcas

Otra vez más. Esto ya parece una broma. Esta mañana de nuevo tenía una rueda del coche desinflada. Este año es la cuarta vez que me ocurre. Las ruedas son Michelin, lo que se supone es una marca importante en neumáticos. Durante todos estos años son los terceros neumáticos que he tenido. Las ruedas que venían de fábrica eran buenas y tuve que cambiarlas por el desgaste, algo que es lógico. Luego tuve unos neumáticos baratos, que no me dieron ningún problema; jamás se pincharon ni me los encontré desinflados. El único inconveniente era que no agarraban a la calzada tanto como los primeros o los de ahora. Hace dos años decidí cambiarlos por otros mejores que no deslizaran cuando caían cuatro gotas.  Y qué mala elección. Escribo para desahogarme un poco. Me parece increíble que unos neumáticos más caros y mejores me estén dando tantos problemas. A este paso voy a desarrollar algún tipo de locura relacionada con el temor a encontrarme las ruedas mal y tener que llegar tarde a cual

¡Maestro!

Hay una especie de suerte en los acontecimientos a veces. Con los años me he vuelto un descreído en casi todo. ¿Existen las casualidades? ¿Son producto de algo lógico? Hace dos semanas, cuando ya no podía más soportar el estrés de estar en el hotel y con la posible llamada de la delegación decidí que necesitaba que me pararan mi contrato. Por una vez pudo más mi impulso salvaje que mi mente y por una vez me salió la cosa mejor de lo que yo podría haber esperado. A la mañana siguiente y casi sin poder dormir, después de haber trabajo por la noche el día anterior, entre los ladridos de mi perrita y el ruido de la vida cotidiana, me llamaron para una sustitución voluntaria que, por puro instinto, rechacé y ¡qué fortuna la mía haberlo hecho! Al día siguiente, mientras conducía, sonó mi teléfono, me aparqué con fugacidad en el andén de la carretera y aquella voz femenina me daba el mensaje que tanto he esperado durante años.  Una vacante para todo el curso por una jubilación. Sí, a