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Mostrando entradas de noviembre, 2012

Muerte amor vida

De esto que estoy leyendo poemas de Éluard, el poeta francés, y leo algo con lo que me identifico por completo. Veo la esperanza de que las cosas mejoren. Así sin más, se apodera de mí la necesidad de copiar aquí el poema y de realizar una traducción por simple entretenimiento y para que quien me lee lo comprenda. El poema se titula "La mort l'amour la vie" (La muerte el amor la vida). Solo el título ya ofrece problemas de traducción; no por las palabras que se traducen sin problemas, sí por la incapacidad de reproducir la sonoridad casi perfecta de las palabras 'la mort l'amour'. Para mi fortuna, no debo hacer una traducción perfecta ni me pagarán por ello en este caso. Por esa razón me tomo la libertad, llevado asimismo por la holgazanería, de traducir muy pegado al texto y a la estructura. En cuanto a la puntuación, el poeta la eliminó por completo y, aunque me duele no colocar las comas y puntos oportunos, me contengo y lo dejo como en el original

Calma contra ansiedad

Una mano invisible aprieta el centro mismo del cuerpo. Recorre con sus nudillos la parte del estómago, el corazón y estruja los pulmones. La ansiedad es una reacción del cuerpo ante situaciones absurdas, incontrolables; cuando se mira hacia adelante y solo hay fosas y desfiladeros; cuando no se sabe ciertamente qué ocurrirá; sobre todo, cuando nos vemos impotentes y las circunstancias escapan de nuestro entendimiento y de nuestra capacidad para modificarlas en nuestro beneficio, en lo que creemos más justo. Tengo ansiedad desde hace tiempo. Son brotes que suceden temporalmente, como una estrella fugaz que eclipsa y que podría ser un meteoro que se precipita sobre nuestras cabezas. Ante estos brotes todos tenemos medios paliativos. Estaba sintiendo esa mano invisible, cuando he cambiado de canal y las imágenes de un bosque frondoso y de un río con curso pausado me han sacado de la realidad.  Un bosque de Rusia.  La nieve se había derretido y cascotes de hielo descienden

Alguien valiosa

Hoy es uno de esos días en que aparece una presencia del pasado, que en realidad es ausencia, porque hace ya 26 años que falleció. Ella es el tema olvidado de mi familia y, sin embargo, alguien que sé que habría sido muy importante en mi vida. De ella conservo recuerdos que no son recuerdos, son invenciones, una imagen compuesta por las escasas fotos que he visto de ella, una voz ronca inventada, un cabello negro, recio, fuerte y completamente enroscado como la concha de un caracol.  Una vez soñé con ella. Estaba envejecida; la piel estaba muy acartonada y tenía el cuerpo escuálido cubierto por ropa raída negra. La recuerdo como si el sueño hubiera sido real. Y hoy la extraño más que nunca. ¿Cómo se habría comportado ante la situación que ha tocado vivir? ¿Habría gritado, llorado, insultado? ¿Se habría enfurecido? ¿Estaría decepcionada?  Desearía darle un beso y apretarla contra mi pecho. Tal vez derramar alguna lágrima. Decirle que para mí no es olvido, que nunca han saciado

Flaubert y Vargas Llosa

Siendo joven, el enfermizo Flaubert supo que su vocación era la escritura. Se sentía con esa necesidad. Conocer todo su proceso de escritor es tan sencillo como hacerse con su correspondencia y leerla con el placer propio de aquel que se topa repentinamente con un banquete repleto de entremeses, platos y golosinas suculentas. Leer las cartas que Flaubert escribía a sus amigos y a sus amantes, mientras proyectaba sus novelas y las redactaba, es tan sumamente interesante como fructífero. En ellas descubrimos reflexiones excelsas, donde se aclara, por ejemplo, que antes de iniciar la escritura es obligatorio despreocuparse del estilo, porque lo que interesa es preparar los planos sobre los que se plasmarán todos los detalles y la estructura de la novela. Una vez ha sido todo planificado, los diálogos, las descripciones, los personajes, la sucesión de " tableaux " (cuadros, que eran las diferentes escenas, según la terminología Flaubertiana), etc. el artista puede empezar su ob

¿En qué somos extraordinarios?

He intentado escribir esta página ya muchas veces, pero nunca sé cómo empezarlo. Escribo al azar lo primero que se me viene a la cabeza y, al instante, lo borro, porque me parece sentencioso o inadecuado; o puede que sea también porque no es la frase con la que quiero comenzar. Así que prefiero comenzar como acabo de hacerlo. Escribir es un arte delicado, rutinario, complicado. No estoy muy convencido de eso que algunos dictaminan con tanta vehemencia: solo escribe el que ha nacido para ello . Aunque tal vez sea así en cierto modo. Cada uno nace con unas cualidades que no siempre se desarrollan y que, cuando lo hacen, son insuperables en esa rama concreta que la vida o los genes le otorgaron. ¿Algo así como un don de la naturaleza? Lo extraordinario radica en que no siempre sabemos cuáles son esas cualidades. Tener facilidad para algo no significa imperativamente estar dotado para realizar esa actividad. Uno puede haber adquirido esa habilidad y tener otras cualidades inna

Placer cotidiano 4: Natura

Es muy placentero ver el cielo gris en una tierra acostumbrada al sol y al celeste extenso. Lo es, porque el terreno deshidratado y áspero, agrietado a causa de un periodo hídrico anterior extremadamente seco, ahora está húmedo, hinchado de agua y porque en estos momentos da vida donde parecía no haberla y surgen brotes verdes, hierbas extensas que ofrecen la luminosidad que aquí es más propia de arriba que de abajo.  Es evidente que la naturaleza siempre proporciona mejores lecciones que cualquier otra entidad. Un ser humano tiende a crearse más problemas que soluciones y, bien es cierto, eso le ha permitido avanzar y llegar a comprender muchas parcelas de la existencia y de la realidad; no obstante, también es producto y víctima de las propias borrascas que no producen verdor ni flores aromáticas ni visual ni olfativamente.  Mirando la foto que hice la semana pasada puedo declarar con toda seguridad que prefiero mil veces la naturaleza antes que el ser humano; porque

Cita ineludible

Microcuento 2:  Cita ineludible De la rutina de su oficina, lo sacó el reflejo de sus arrugas en aquel espejo nuevo que había colocado en su escritorio la nueva secretaria. Mateo se palpó la cara y miró el reloj; llegaba tarde a su cita. No acostumbraba abandonar su puesto de trabajo nunca. De hecho, siempre había cumplido con su horario con rigidez y ahora de repente debía romper la tradición. Sentía una necesidad imperiosa de romper la rutina. Salió corriendo. Al pasar por la puerta de salida, miró a la secretaria que se despedía con una sonrisa etrusca y observó el colgante de guadaña que le colgaba del cuello. Acababa de cruzar el umbral de la puerta principal, cuando, al poner un pie en la calzada, el ruido de un frenazo y el golpe del metal lo llevaron al lugar de la cita.

Lucha

Salir a hacer la compra es algo habitual, que cada vez se está convirtiendo más en un hábito volátil, en esa duda que se extiende con la voracidad de saber si llegará un momento en que no podrás ir al supermercado a comprar alimentos básicos y pasarás a formar parte de las cada vez más numerosas personas que viven de la recuperación de alimentos en el contenedor de basura, abriendo bolsas de plástico, tanteando los estómagos de pestilencia de la basura, porque no quedará otro remedio, no habrá nada. La duda de la necesidad y de la angustia, de la desesperación. Esta mañana he salido a comprar pan y leche y, cuando ya venía con la compra, me he cruzado con mi amigo alemán, un señor jubilado lleno de vitalidad y de soledad. Este hombre hace deporte a diario, tiene en casa una bicicleta estática, además de pesas; se desplaza a pie o en bici; y parece un hombre sano, pero está solo y eso le obliga a parecerlo y a ser fuerte. Conoce la soledad y lucha contra ella todos los días. En